Las
masacres son una modalidad de violencia, con un claro y contundente impacto en
la sociedad civil. La masacre de El Salado ocurrida entre el 16 y 21 de febrero
del 2000, es considerada como una de las escaladas de violencia más sangrienta
y notoria, ejecutada por los paramilitares en Colombia entre 1999 y 2001.
Durante este lapso de tiempo, en la región de Montes de María hubo 42 masacres,
que dejaron más de 354 víctimas. Estos eventos fueron percibidos como una
marcha triunfal por parte de los paramilitares (Machado, et al., 2009).
Durante
la masacre, 450 paramilitares llegaron al territorio, los helicópteros
sobrevolaban la zona, los pobladores habían sido concentrados forzosamente y en
general, el corregimiento había sido encerrado.
La
masacre del Salado ha sido considerada como una estrategia paramilitar, cuyo
objetivo presunto era alcanzar mayor control sobre el territorio y la
población, haciendo uso de la violencia y el consecuente terror. Esta
estrategia paramilitar comienza a gestarse en los años noventa, con masacres
como la de Trujillo (Machado, et al.,
2009).
Esta
masacre fue planeada en su gran totalidad en la finca conocida como El Avión la
cual se encontraba ubicada en Sabanas de San Ángel en el departamento de
Magdalena. En este lugar se llevó a cabo toda la organización intelectual y fue
realizada por los cabecillas paramilitares pertenecientes al Bloque Norte,
dentro de los que se encontraban
Salvatore Mancuso y Rodrigo Tovar Pupo, alias “Jorge 40” al igual que
por John Henao alias “H2” (Machado, et al.,
2009).
De
igual forma, este tenebroso acontecimiento de barbarie e inhumanidad fue
efectuado por alrededor de 450 paramilitares los cuales estaban separados en
tres grupos diferentes, el primero que se encargó de irrumpir por el municipio
de San Pedro en dirección a los corregimientos Canutal, Canutalito y zonas
rurales del corregimiento de Flor de Monte los cuales tienen comunicación con
el casco urbano del corregimiento El Salado.
El
segundo grupo estaba bajo las órdenes de Édgar Córdoba Trujillo, alias “Cinco
Siete” e incursionó por los lados de Zambrano, municipio que se comunica con El Salado. El tercer
grupo llegó hasta la zona de la masacre por la vía comunicante entre El Salado
y el casco urbano de El Carmen de Bolívar. Este último grupo estaba comandado
por Luis Francisco Robles alias “Amaury” (Machado, et al.,
2009).
La
masacre de El Salado se dice que ocurrió entre el día 18 y 19 de febrero de 2000,
pero en realidad y con base a diferentes pruebas y declaraciones de las
víctimas, se puede afirmar que dicha masacre ocurrió durante el 16 y el 21 de
febrero de 2000 en los municipios de El Carmen de Bolívar, en el corregimiento
El Salado, Sitio Loma de las Vaca y en la vereda El Balguero (Machado, et al., 2009).
Se
dice que durante investigaciones se encontraron 60 víctimas fatales, de las
cuales 52 eran hombre y el resto mujeres,
de los que 3 víctimas eran menores de edad, así como 12 jóvenes entre
los 18 y los 25 años de edad y 10 adultos jóvenes entres 26 y 35 años, entre
otros. Como si fuera poco, se encontró registro que durante la masacre no
solamente hubo víctimas fatales (muertos), sino que también hubo víctimas de
abuso sexual en el corregimiento de El Salado
y una de daño de bien ajeno en la vereda Bajo Grande en el municipio de
Ovejas (Machado, et al., 2009).
Durante
todos estos días se realizaron asesinatos macabros que fueron descritos por
innumerables testigos tales como el hijo de Eliseo Torres, quien narró cómo
asesinaron a su papá y explica que fue degollado y torturado. Como este hay
muchos casos que caracterizaron esta masacre por su crueldad, por ejemplo narra
uno de los paramilitares capturados que asesinaban jóvenes por el simple hecho
de llevar un tatuaje religioso bajo la disculpa de que era guerrillero, así como
torturaron a niñas al amarrarlas sin darles ningún tipo de alimento hasta que
agonizaran y murieran.
Todos
estos hechos demuestran la barbarie de hechos que fueron cometidos en esta zona
del país y la manera en que estos grupos al margen de la ley cometieron
crímenes de los cuales muchos no han sido reconocidos hoy en día y que incluso,
durante la masacre se vieron irregularidades por parte de la fuerza pública
para contrarrestar dichos crímenes (Machado, et al.,
2009).
Relata
el texto que “ los paramilitares no les
permitieron a los sobrevivientes recoger y sepultar a sus muertos: No les bastó
con pisotear la dignidad de las víctimas con las torturas, las atrocidades, los
insultos y los gritos” (Machado, et al.,
2009).
Como
si fuese poco, esta masacre también se caracterizó por convertirse en un espectáculo
público en done se exhibían como “trofeos” las víctimas y las crueldades de
cada uno de los accidentados se daba a luz a través de un toque de una tambora
o a través de música en equipos de sonido que los paramilitares iban prendiendo
en las tiendas y en las casas saqueadas.
Igualmente,
dentro de las manifestaciones de la crueldad que hubo durante esta masacre se
tiene un amplio espectro de los diferentes métodos de tortura y matanza que
fueron utilizados por estos grupos al margen de la ley. Entre ellos encontramos
desde el uso de cuchillos y armas blancas, hasta uso de sierras eléctricas y
motosierras para torturar a las víctimas (Machado, et al.,
2009).
El Salado, se ha convertido en una marca social por las
dinámicas de conflicto, pues ha dado paso al suplicio corporal. Asimismo,
elementos como la masacre y la tortura constituyen dichas operaciones asesinas
como la ocurrida en el Salado. En este caso, la mayoría de los crímenes
cometidos en este corregimiento fueron llevados a cabo en la plaza pública solo
con la intención de que cada uno de sus habitantes pudiera presenciarlos para
que finalmente, todos fueran juzgados y castigados por presuntas
complicidades. Así, esta masacre
representa un encuentro entre el poder absoluto y la impotencia absoluta entre
los paramilitares y campesinos respectivamente (Machado, et al., 2009).
De esta manera, se puede decir que el sentido de terror por la
tortura estaba relacionado mas con el caso de omnipotencia de los paramilitares
con el propósito de castigar a la población por cualquier gesto de colaboración
con la insurgencia provocando su revolución
y evacuación masiva.
Como se mencionó anteriormente, los paramilitares adquirieron un
poder dominante y de omnipresencia logrando estigmatizar a las víctimas de El
Salado frente a la guerrilla sin ninguna exigencia ética o política.
Por otro lado, las secuelas que han dejado estos grupos armados
han sido muchas, puesto que han desaparecido poblaciones enteras, han dejado
casas abandonadas, empresas en la ruinas, actividades agrícolas suspendidas,
comunidades aniquiladas, entre otras. Por ende, durante esta masacre, no fue la
palabra lo que primo, sino el silencio. El silencio como una opción de procesar
el duelo pero también utilizado como una estrategia de sobrevivencia por lo
amenazados que estaban cada uno de los campesinos (Machado, et al., 2009).
Es así entonces como la masacre de El Salado, ha sido conocida
desde hace 14 años como un acontecimiento de grandes violaciones a los derechos
y principios humanos fundamentales de la vida de cada ser humano. En este
sentido, es importante aclarar que los conflictos armados están respaldados por
los derechos internacionales humanitarios, que son un conjunto de normas y
acuerdos entre Estados que limitan sus efectos y protegen a las personas que
participaban en los combates. Tienen aplicación obligatoria por parte de los
gobiernos y ejércitos en momentos de conflictos armados. De este modo, a masacres
como esta, no se puede ver solo desde una perspectiva individual y comunitaria
sino también desde las implicaciones e impactos que desbordó en el ámbito
privado y social.
DERECHOS INTERNACIONALES HUMANITARIOS
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