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domingo, 18 de mayo de 2014

Memoria Histórica

La recuperación de la memoria histórica es esencial para lograr la salud mental en aquellas mayorías populares que han sido violentadas y en general, en toda persona que haya sido víctima de la violencia. Es un compromiso que tenemos todos con las víctimas y las víctimas con ellas mismas. Es la manera de evitar el olvido y de prevenir que hechos atroces ocurran de nuevo.
Aparte, el proceso de construcción social de la verdad histórica, es un proceso de participación democrática lleno de contenidos políticos y propuestas para la transformación de las sociedades afectadas en la cual estas van a sentir ser  importantes para el gobierno. Además, con el esclarecimiento y la verdad se va a tener una base sólida y clave para superar la impunidad  de los hechos, así como, su no repetición.

Cuando nos referimos al hecho de recuperación de la memoria histórica, nos estamos refiriendo a una necesidad de que se esclarezcan los hechos y episodios más oscuros del conflicto armado que han sido callados o escondidos durante mucho tiempo por diferentes intereses.

En otras palabras, el hecho de "recordar, es decir, la acción de hacer memoria, y las narraciones que de ella se desprenden no son una simple discusión verbal que intenta reconciliar versiones distintas de eventos acontecidos en el pasado, es la acción que empodera a las mayorías populares, a las víctimas y a sus familiares, de decir y decirse justicia y que va moldeando un conjunto de actitudes practicas, cognitivas y afectivas, que posibilitan una verdadera reconciliación social” (Gaborit, 2006, p.1). Es por esta razón que el hecho de recordar dichas acciones que generaron tanto sufrimiento para una sociedad tiene tanta importancia, ya que de esta forma se podría llegar reconstruir la historia desde las víctimas y no seguir creyendo en aquello que el Estado o incluso los paramilitares han querido que creamos.

La masacre del Salado fue una de las masacres de mayor impacto realizada por los paramilitares. Sin embargo, estos últimos argumentan que fue un combate normal y necesario que evitaría daños más grandes en la posteridad. La respuesta del Estado ante la afirmación de los paramilitares es aún más desesperanzadora: poco después de la masacre, el Fiscal General de la Nación en el año 2010, el Doctor Alfonso Gómez Méndez, afirmó que no se trató de un combate sino de una masacre clásica realizada por los paramilitares ¿cómo es posible otorgarle tal grado de naturalidad a una masacre que acabó con uno de los pueblos más prósperos de Colombia? No obstante, esto permite entender la razón por la que no hubo una condena moral contra los victimarios, ni un soporte y ayuda contundente a las víctimas, pues si la violencia se ha vuelto un acto tan natural y normal entre nosotros los colombianos, ¿qué nos motivaría a intervenir y reparar el tejido social de esta comunidad?

El Salado, no es el único pueblo con un pasado oscuro, ya que gran cantidad de sociedades latinoamericanas han sido o siguen siendo abatidas por la violencia. Si no retomamos la memoria histórica, si como pueblo decidimos olvidar las atrocidades ocurridas, decidimos quedarnos con la versión que el Estado nos ha vendido, volveremos a caer en los mismos errores. Recuperar la memoria histórica es ser responsables con nuestro pasado, presente y futuro, es reconocer que hemos fallado en el pasado, y comprometernos con cambiar para que no vuelva a suceder. Las víctimas del Salado, en el documental “El Salado: Rostro de una Masacre” afirman que ya habían ocurrido incidentes en la zona y que por tanto, ellos ya estaban alertas frente a cualquier indicio de que algo podría ocurrir. Pensaron incluso que El Estado ya estaba también alerta y que los helicópteros que sobrevolaban la zona eran del Ejercito, pero ¿Dónde estaba el Estado? ¿Cómo es posible que el Estado no intervenga de manera preventiva con un pueblo que está en medio de dos grupos armados? Sin embargo, la ayuda del Estado no se vio ni antes ni después de la Masacre.

En el 2011, el presidente Santos reconoce que en la Masacre del Salado hubo omisión por parte del Estado, como parte de su discurso durante la entrega de títulos de propiedad a 63 familias del corregimiento. La ayuda brindada por El Estado siguen enmarcada en el plano del asistencialismo y como no recordamos, no vemos lo que la historia nos muestra, seguimos dando sólo ayuda asistencialista. No obstante, la pérdida más grande no estuvo en el plano material, sino en el psicológico, quedó en ellos un gran trauma psicosocial, se desdeñó el tejido social y la vida comunitaria.

Aunque, los saladeros no sucumben tan fácil, afirman que mientras estén unidos nadie los vencerá (Documental, El Salado: rostro de una masacre). Son fuertes como colectividad y esto lo demuestra su retorno al Salado, ya que se ayudaron mutuamente para reconstruir un pueblo que había quedado irreconocible. Hubo por ejemplo una niña de tan sólo 10 años de edad que se dispuso a ser la profesora del resto de niños que llegaban al pueblo (Documental, El Salado: rostro de una masacre).

El pueblo de El Salado ha demostrado ser un pueblo valiente, sobreviviente y que sigue firme caminando por sus sueños. Sin embargo, nosotros como colombianos debemos apoyarlos y una de las formas de hacerlo es reclamando justicia al Estado. La justicia, el reconocimiento de los victimarios y de las víctimas es necesario para la reparación del tejido social. Las víctimas necesitan sentir que se ha reconocido lo sucedido, que se ha escuchado su verdad y que quienes han sido responsables de las atrocidades están pagando por ello. Es decir, se requiere de responsabilidad institucional, restitución social y dignificación de las víctimas (Gaborit, 2006).

Es necesario recordar el concepto de polarización planteado por Martín Baró, ya que explicaría una de las razones de esta necesidad del pueblo del Salado, existe entre los saladeros y los paramilitares una distancia extrema: los paramilitares son para los campesinos “ellos”, unos seres completamente diferentes a ellos mismos “nosotros”. Siendo “ellos” los malos y “nosotros” los buenos. Así pues, las personas del Salado necesitan que “ellos” sean justiciados porque son los malos, “los perros hijueputas”, como se refiere una de las víctimas en el Documental: El Salado: Rostro de una masacre y es impensable que estén en libertad después de haber cometido semejante atrocidad. El hecho de que la masacre del Salado no haya sido justiciada, le da a las víctimas, la sensación de que no le importan a nadie y que han sido olvidadas.

Es por esto que todo producto que rescate la memoria histórica está aportando a la salud mental de las víctimas, les está dando un espacio en la colectividad, les está demostrando apoyo y solidaridad.

De igual forma, durante esta masacre ocurrió un fenómeno muy particular y era que los paramilitares en muchas ocasiones asesinaban a campesinos bajo el pretexto de que ellos pertenecían o que estaban a favor de grupos guerrilleros, demostrando así cómo esta violencia generó una polarización total en dos bandos y que de algún modo, eran obligados a tener cierta afección hacia uno de los dos grupos; si no era paramilitar, indispensablemente de que no tuviera intereses políticos ni sociales por ninguno de los dos grupos, se catalogaba como parte del bando contrincante; la guerrilla. Es justamente esto lo que menciona Mauricio Gaborit (2006) cuando establece que "se las coaccionaba a afirmar, por la mera necesidad de la supervivencia, una forma de vida contraria a sus convicciones, rompiendo así́ la unión lógica que debe existir entre vivencia subjetiva y realidad social” (Gaborit, 2006, p.11). Es así como una mentira podría llegar a ser la única forma de supervivencia, ya que así no fuera afín a los ideales de alguno de los dos grupos, se tenía que pertenecer para poder salvar su vida, y es precisamente esto un indicador de agravamiento en la vida de un ser humano como lo establece Martín Baró, ya que él afirma que cuando una mentira debe ser asumida como si fuese una verdad y como parte de la vida cotidiana del ser humano, traería consecuencias fatales en su existencia y traería consigo una confusión ética y vivencial.

Mauricio Gaborit (2006) afirma que existen dos intencionalidades y, por lo tanto, al menos dos maneras de entender los hechos históricos. En primer lugar están  los familiares de las víctimas, a quienes su necesidad radica en el hecho de saber qué sucedió́, cómo, cuándo, dónde, quiénes y, finalmente, porqué (Gaborit, 2006, p.13).  A ellos lo que más les interesa es saber cuáles fueron esos eventos que generaron o que tibiaron tal impacto sobre su vida que les implicó un cambio drástico en ella. Es así como innumerables testigos en sus declaraciones han hecho referencia al olvido y a la falta de verdades que ha realizado el gobierno con ellos, ya que muchos afirman que el gobierno se olvidó por completo de ellos y que nunca se comento lo que verdaderamente ocurrió en El Salado.

Por otro lado están los verdugos o victimarios a quienes les interesa principalmente es ocultar dichos acontecimientos, es decir; dejar en el olvido lo ocurrido y de esta manera generar una "desmemorización de lo acontecido, por tres razones fundamentales: la primera tiene que ver con el ejercicio del poder; la segunda con la apropiación del imaginario colectivo, que permita y tolere la impunidad; y la tercera con los esfuerzos para reducir la salud mental a la propia y, por lo tanto, retener solo para sí espacios de sanidad"(Gaborit, 2006, p.13). Es así como los paramilitares que han declarado y que han dado sus testimonios quizás han omitido significativamente gran parte de los hechos ocurridos en El Salado y que de este modo su versión sea totalmente distinta a la de las víctima. De esta manera, es preciso afirmar que el olvido no es más que un ejercicio netamente ideológico, en donde se busca algo en particular que favorezca a alguna de las partes.

En conclusión, la recuperación de la memoria histórica de la masacre del Salado, es la forma en la que nosotros como colombianos, rompemos con la mentira institucionalizada y le damos espacio a la versión de las víctimas.
Es la manera en la que decimos: no hemos olvidado y no estamos dispuestos a olvidar. Reconocemos lo que sucedió en el Salado y también somos conscientes de las falencias del Estado y de nosotros como el pueblo Colombiano. Somos conscientes que hemos fallado como pueblo también. Nos preocupamos por las víctimas y no estamos satisfechos con ayudas asistenciales. No nos basta con la desmovilización en el 2005 de 594 paramilitares. Sabemos que El Salado era un pueblo próspero y que de las 7000 personas que vivían allí, tan sólo han vuelto 750. Sabemos además que más de 3000 desplazados siguen esperando en medio de la marginalidad el cumplimiento de las obligaciones del Estado. Sabemos además, las potencialidades del pueblo del Salado, su unión, su fortaleza y nuestra intención con este producto es decirles que no están solos y menos en el olvido, que hay personas que aunque desconocidas para ustedes, los recuerdan y trabajan por el bienestar de las mayorías populares.


Referencias:
Gaborit, M. (2006) Memoria histórica: Relato desde las víctimas. En: Revista Pensamiento Psicológico 2(6), pp. 7-20. 


Gaborit, M. (2006), Memorias de la Cátedra Internacional Ignacio Martín Baró,Recordar para vivir: El papel de la memoria dolorida en la transformación del imaginario social y de la identidad. Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. (2006)

Documental El Salado: Rostro de una Masacre.

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