La recuperación de la
memoria histórica es esencial para lograr la salud mental en aquellas mayorías
populares que han sido violentadas y en general, en toda persona que haya sido
víctima de la violencia. Es un compromiso que tenemos todos con las víctimas y
las víctimas con ellas mismas. Es la manera de evitar el olvido y de prevenir
que hechos atroces ocurran de nuevo.
Aparte, el proceso de
construcción social de la verdad histórica, es un proceso de participación
democrática lleno de contenidos políticos y propuestas para la transformación
de las sociedades afectadas en la cual estas van a sentir ser importantes para el gobierno. Además, con el
esclarecimiento y la verdad se va a tener una base sólida y clave para superar
la impunidad de los hechos, así como, su
no repetición.
Cuando nos referimos al
hecho de recuperación de la memoria histórica, nos estamos refiriendo a una
necesidad de que se esclarezcan los hechos y episodios más oscuros del
conflicto armado que han sido callados o escondidos durante mucho tiempo por diferentes
intereses.
En otras palabras, el
hecho de "recordar, es decir, la acción de hacer memoria, y las
narraciones que de ella se desprenden no son una simple discusión verbal que
intenta reconciliar versiones distintas de eventos acontecidos en el pasado, es
la acción que empodera a las mayorías populares, a las víctimas y a sus
familiares, de decir y decirse justicia y que va moldeando un conjunto de
actitudes practicas, cognitivas y afectivas, que posibilitan una verdadera
reconciliación social” (Gaborit, 2006, p.1). Es por esta razón que el hecho de
recordar dichas acciones que generaron tanto sufrimiento para una sociedad
tiene tanta importancia, ya que de esta forma se podría llegar reconstruir la
historia desde las víctimas y no seguir creyendo en aquello que el Estado o
incluso los paramilitares han querido que creamos.
La masacre del Salado
fue una de las masacres de mayor impacto realizada por los paramilitares. Sin
embargo, estos últimos argumentan que fue un combate normal y necesario que
evitaría daños más grandes en la posteridad. La respuesta del Estado ante la
afirmación de los paramilitares es aún más desesperanzadora: poco después de la
masacre, el Fiscal General de la Nación en el año 2010, el Doctor Alfonso Gómez
Méndez, afirmó que no se trató de un combate sino de una masacre clásica
realizada por los paramilitares ¿cómo es posible otorgarle tal grado de
naturalidad a una masacre que acabó con uno de los pueblos más prósperos de Colombia?
No obstante, esto permite entender la razón por la que no hubo una condena
moral contra los victimarios, ni un soporte y ayuda contundente a las víctimas,
pues si la violencia se ha vuelto un acto tan natural y normal entre nosotros los
colombianos, ¿qué nos motivaría a intervenir y reparar el tejido social de esta
comunidad?
El Salado, no es el
único pueblo con un pasado oscuro, ya que gran cantidad de sociedades
latinoamericanas han sido o siguen siendo abatidas por la violencia. Si no
retomamos la memoria histórica, si como pueblo decidimos olvidar las
atrocidades ocurridas, decidimos quedarnos con la versión que el Estado nos ha
vendido, volveremos a caer en los mismos errores. Recuperar la memoria
histórica es ser responsables con nuestro pasado, presente y futuro, es
reconocer que hemos fallado en el pasado, y comprometernos con cambiar para que
no vuelva a suceder. Las víctimas del Salado, en el documental “El Salado:
Rostro de una Masacre” afirman que ya habían ocurrido incidentes en la zona y que
por tanto, ellos ya estaban alertas frente a cualquier indicio de que algo
podría ocurrir. Pensaron incluso que El Estado ya estaba también alerta y que
los helicópteros que sobrevolaban la zona eran del Ejercito, pero ¿Dónde estaba
el Estado? ¿Cómo es posible que el Estado no intervenga de manera preventiva
con un pueblo que está en medio de dos grupos armados? Sin embargo, la ayuda
del Estado no se vio ni antes ni después de la Masacre.
En el 2011, el
presidente Santos reconoce que en la Masacre del Salado hubo omisión por parte
del Estado, como parte de su discurso durante la entrega de títulos de
propiedad a 63 familias del corregimiento. La ayuda brindada por El Estado
siguen enmarcada en el plano del asistencialismo y como no recordamos, no vemos
lo que la historia nos muestra, seguimos dando sólo ayuda asistencialista. No
obstante, la pérdida más grande no estuvo en el plano material, sino en el
psicológico, quedó en ellos un gran trauma psicosocial, se desdeñó el tejido
social y la vida comunitaria.
Aunque, los saladeros
no sucumben tan fácil, afirman que mientras estén unidos nadie los vencerá
(Documental, El Salado: rostro de una masacre). Son fuertes como colectividad y
esto lo demuestra su retorno al Salado, ya que se ayudaron mutuamente para reconstruir
un pueblo que había quedado irreconocible. Hubo por ejemplo una niña de tan
sólo 10 años de edad que se dispuso a ser la profesora del resto de niños que
llegaban al pueblo (Documental, El Salado: rostro de una masacre).
El pueblo de El Salado
ha demostrado ser un pueblo valiente, sobreviviente y que sigue firme caminando
por sus sueños. Sin embargo, nosotros como colombianos debemos apoyarlos y una
de las formas de hacerlo es reclamando justicia al Estado. La justicia, el
reconocimiento de los victimarios y de las víctimas es necesario para la
reparación del tejido social. Las víctimas necesitan sentir que se ha
reconocido lo sucedido, que se ha escuchado su verdad y que quienes han sido
responsables de las atrocidades están pagando por ello. Es decir, se requiere
de responsabilidad institucional, restitución social y dignificación de las
víctimas (Gaborit, 2006).
Es necesario recordar
el concepto de polarización planteado por Martín Baró, ya que explicaría una de
las razones de esta necesidad del pueblo del Salado, existe entre los saladeros
y los paramilitares una distancia extrema: los paramilitares son para los
campesinos “ellos”, unos seres completamente diferentes a ellos mismos
“nosotros”. Siendo “ellos” los malos y “nosotros” los buenos. Así pues, las
personas del Salado necesitan que “ellos” sean justiciados porque son los
malos, “los perros hijueputas”, como se refiere una de las víctimas en el
Documental: El Salado: Rostro de una masacre y es impensable que estén en
libertad después de haber cometido semejante atrocidad. El hecho de que la
masacre del Salado no haya sido justiciada, le da a las víctimas, la sensación
de que no le importan a nadie y que han sido olvidadas.
Es por esto que todo
producto que rescate la memoria histórica está aportando a la salud mental de
las víctimas, les está dando un espacio en la colectividad, les está
demostrando apoyo y solidaridad.
De igual forma, durante
esta masacre ocurrió un fenómeno muy particular y era que los paramilitares en
muchas ocasiones asesinaban a campesinos bajo el pretexto de que ellos
pertenecían o que estaban a favor de grupos guerrilleros, demostrando así cómo
esta violencia generó una polarización total en dos bandos y que de algún modo,
eran obligados a tener cierta afección hacia uno de los dos grupos; si no era
paramilitar, indispensablemente de que no tuviera intereses políticos ni
sociales por ninguno de los dos grupos, se catalogaba como parte del bando
contrincante; la guerrilla. Es justamente esto lo que menciona Mauricio Gaborit
(2006) cuando establece que "se las coaccionaba a afirmar, por la mera
necesidad de la supervivencia, una forma de vida contraria a sus convicciones,
rompiendo así́ la unión lógica que debe existir entre vivencia subjetiva y
realidad social” (Gaborit, 2006, p.11). Es así como una mentira podría llegar a
ser la única forma de supervivencia, ya que así no fuera afín a los ideales de
alguno de los dos grupos, se tenía que pertenecer para poder salvar su vida, y
es precisamente esto un indicador de agravamiento en la vida de un ser humano como
lo establece Martín Baró, ya que él afirma que cuando una mentira debe ser
asumida como si fuese una verdad y como parte de la vida cotidiana del ser
humano, traería consecuencias fatales en su existencia y traería consigo una confusión
ética y vivencial.
Mauricio Gaborit (2006)
afirma que existen dos intencionalidades y, por lo tanto, al menos dos maneras
de entender los hechos históricos. En primer lugar están los familiares de las víctimas, a quienes su
necesidad radica en el hecho de saber qué sucedió́, cómo, cuándo, dónde, quiénes
y, finalmente, porqué (Gaborit, 2006, p.13). A ellos lo que más les interesa es saber
cuáles fueron esos eventos que generaron o que tibiaron tal impacto sobre su
vida que les implicó un cambio drástico en ella. Es así como innumerables
testigos en sus declaraciones han hecho referencia al olvido y a la falta de
verdades que ha realizado el gobierno con ellos, ya que muchos afirman que el
gobierno se olvidó por completo de ellos y que nunca se comento lo que
verdaderamente ocurrió en El Salado.
Por otro lado están los
verdugos o victimarios a quienes les interesa principalmente es ocultar dichos
acontecimientos, es decir; dejar en el olvido lo ocurrido y de esta manera
generar una "desmemorización de lo acontecido, por tres razones fundamentales:
la primera tiene que ver con el ejercicio del poder; la segunda con la apropiación
del imaginario colectivo, que permita y tolere la impunidad; y la tercera con
los esfuerzos para reducir la salud mental a la propia y, por lo tanto, retener
solo para sí espacios de sanidad"(Gaborit, 2006, p.13). Es así como los
paramilitares que han declarado y que han dado sus testimonios quizás han
omitido significativamente gran parte de los hechos ocurridos en El Salado y
que de este modo su versión sea totalmente distinta a la de las víctima. De
esta manera, es preciso afirmar que el olvido no es más que un ejercicio
netamente ideológico, en donde se busca algo en particular que favorezca a
alguna de las partes.
En conclusión, la
recuperación de la memoria histórica de la masacre del Salado, es la forma en la que nosotros como colombianos, rompemos con la mentira
institucionalizada y le damos espacio a la versión de las víctimas.
Es la manera en la que decimos: no hemos olvidado y no
estamos dispuestos a olvidar. Reconocemos lo que sucedió en el Salado y también
somos conscientes de las falencias del Estado y de nosotros como el pueblo
Colombiano. Somos conscientes que hemos fallado como pueblo también. Nos
preocupamos por las víctimas y no estamos satisfechos con ayudas asistenciales.
No nos basta con la desmovilización en el 2005 de 594 paramilitares. Sabemos
que El Salado era un pueblo próspero y que de las 7000 personas que vivían
allí, tan sólo han vuelto 750. Sabemos además que más de 3000 desplazados
siguen esperando en medio de la marginalidad el cumplimiento de las
obligaciones del Estado. Sabemos además, las potencialidades del pueblo del
Salado, su unión, su fortaleza y nuestra intención con este producto es
decirles que no están solos y menos en el olvido, que hay personas que aunque
desconocidas para ustedes, los recuerdan y trabajan por el bienestar de las
mayorías populares.Referencias:
Gaborit, M. (2006) Memoria
histórica: Relato desde las víctimas. En: Revista Pensamiento Psicológico 2(6), pp. 7-20.
Gaborit, M. (2006),
Memorias de la Cátedra Internacional Ignacio Martín Baró,Recordar
para vivir: El papel de la memoria dolorida en la transformación del imaginario
social y de la identidad. Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá. (2006)
Documental El Salado: Rostro de una Masacre.
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